GQ entrevista a Jorge Rubín

De Vigo al mundo. Jorge Rubín, CEO y fundador de I.C.O.N., dirige desde Galicia una de las compañías cosméticas más importantes del planeta.

Puede que Jorge Rubín se haya convertido en un importante hombre de negocios que vive a medio camino entre EEUU y Europa, pero no ha perdido ni una pizca de su acento gallego.

Es la consecuencia, pensamos, de mantener una multinacional con dos sedes: en Los Ángeles, donde su socia Chiara capitanea la investigación, desarrollo y fabricación de nuevos productos, amén de los mercados americano y australiano; y en Vigo, donde el propio Jorge lidera el desarrollo de negocio de peluquería, el marketing y la educación, aparte de las áreas de Europa y Asia.

«Podría vivir en Madrid, pero no quiero», nos cuenta el empresario en una suite del capitalino Hotel Puerta de América, minutos antes de impartir una conferencia. «Tengo la sede en Vigo porque es una ciudad maravillosa, mi ciudad. Y porque a Vigo llegan los barcos y nuestro producto viene por mar. También porque quiero cultivar mi tierra, a mi gente, soy gallego», remata con orgullo.

A Jorge le gusta decir que llegó a la peluquería por accidente. «Mi padre tenía una peluquería y las personas que trabajaban con él se fueron y se quedó colgado. Así que me dijo «Jorge, tienes que parar los estudios o seguirlos en paralelo porque tienes que echar una mano». En una empresa familiar siempre estás envuelto de alguna manera. Si tus padres tienen una cafetería, acabas sirviendo cafés. Cuando entré me di cuenta de que ahí había un camino, luego empecé a viajar, a montar peluquerías… Después coincidí con una compañía americana del sector, me fui con ellos, viajé a EEUU y allí vi que había un montón de oportunidades de negocio.»

Finalmente, Rubín decidió vender su empresa y, en 2002, junto a su socia Chiara, comenzó la aventura empresarial de I.C.O.N. «Buscamos el nombre, porque queríamos ser un icono, y después encontramos las siglas. International Company Oriented to Network. Porque la idea de la compañía era trabajar a través de distribuidores, como partners independientes que pudiesen desarrollar el negocio en los diferentes países.»

La idea de la compañía era trabajar a través de distribuidores, como partners independientes que pudiesen desarrollar el negocio en los diferentes países.

‘EDUCATION, EDUCATION, EDUCATION’ La filosofía empresarial de I.C.O.N. descansa sobre dos pilares. Por un lado, unos productos de tratamiento y styling ecológicos que incorporan ingredientes tecnológicamente avanzados. Por otro, la formación continua a los profesionales de los salones con los que trabajan, siempre en régimen de exclusividad. «Nuestra fuerza es la educación», nos confiesa Rubín.

«El peluquero necesita productos, porque son herramientas líquidas. Pero lo que de verdad necesita es formación. Tú naces peluquero, pero si eres bueno necesitas personal, necesitas gente, y entonces necesitas otras cosas: cómo liderar un equipo, cómo gestionar el personal, cómo organizar el salón… Es decir, cómo pasar de tener una peluquería que genera servicios a tener un negocio de peluquería.»

«Antes la peluquería era cortar el pelo como el dentista era sacar muelas», sigue Rubín, «pero hoy es un centro de belleza en el que la gente se quiere cuidar el pelo. Ahí es donde entramos nosotros». Y luego está la venta al público:

Antes la peluquería era cortar el pelo como el dentista era sacar muelas, pero hoy es un centro de belleza en el que la gente se quiere cuidar el pelo. Ahí es donde entramos nosotros

«En realidad, hoy las peluquerías están en el cuarto de baño de los clientes. Creamos productos para los clientes que se venden en peluquerías, y tenemos que educar bien y seleccionar bien las peluquerías para que recomienden nuestros productos.»

Entre las diferentes líneas de productos de I.C.O.N. hay también una masculina, Mr. A, homenaje al señor Alfredo, padre del propio Rubín. «Mi padre era barbero. Empezó en una barbería, esa barbería se convirtió en una peluquería, luego en una peluquería mixta, más tarde separó a los hombres a un lado y las mujeres al otro y los hombres se fueron. Los hombres que querían tener un poco de estilo no iban a la barbería, porque era un corte de barbero», nos cuenta Jorge, que menciona la formación como un instrumento para no cometer los mismos errores de su padre.

«Por ejemplo, creo que la mayoría de las barberías no han aprovechado el último boom. En lugar de poner en valor su trabajo, han seguido cobrándolo a 8 euros. El mundo les da una segunda oportunidad y la mayoría se queda ahí, cortando pelos. Hay, en definitiva, que profesionalizar el oficio. «Es mi trabajo, mi empresa, mi vida.»

Hay, en definitiva, que profesionalizar el oficio. «Es mi trabajo, mi empresa, mi vida.»